Nuestro país puede "presumir" de contar con la tasa de desempleo juvenil más alta de toda la Eurozona: 52, 34%. Esto provoca que más de 300 mil jóvenes, pertenecientes a la generación Jesp (Jóvenes Emigrantes Sobradamente Preparados), busque fortuna fuera de las fronteras de nuestro país. Comúnmente este fenómeno se conoce como fuga de cerebros. Sin embargo para nuestros políticos este parece no existir.

A día de hoy, la secretaria general de Inmigración y Emigración, Marina del Corral, considera "desvirtuado"  relacionar el éxodo juvenil con la crisis económica que sufrimos, por muy mala que sea. Prefiere atribuirlo al "espíritu aventurero de la juventud" fomentado por la globalización. 

Desafortunadamente este tipo de declaraciones no han sido las únicas. Allá por el mes de febrero el ministro de educación, cultura y deporte, José Ignacio Wert, negó que la salida de jóvenes al extranjero estuviese relacionada con la crisis. No contento con eso aseguró que los datos sobre jóvenes titulados en el extranjero estaban mal planteados y no se correspondían con la realidad.

Y como era de esperar, ambos consideran la fuga de cerebros como algo positivo. Según las declaraciones de la secretaria general de Inmigración y Emigración  hay que valorar como "algo excesivamente positivo" que la mano de obra cualificada "deje de ser 'local". 

No deberíamos extrañarnos de nuestra situación económica actual si los que nos gobiernan consideran positivo invertir en cualificar debidamente a los jóvenes para que el beneficio los obtengan otros países.