El peligro de la contaminación mediática
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El secreto sumarial es una de las figuras procesales que provoca un mayor número de enfrentamientos, tal y como argumenta Leopoldo Abad Alcalá en su escrito sobre el secreto de sumario como límite a la actividad informativa. El principal motivo que se aporta para justificar tal medida es el buen desarrollo del proceso y la protección de la intimidad y el honor de los implicados. No obstante, añadiría un motivo más: la contaminación mediática en los procesos judiciales.
Los medios de comunicación no suelen quedarse ajenos a todos aquellos procesos judiciales que desprenden cierto morbo, ya sea por un asesinato truculento o un caso de corrupción en el que se vean implicados conocidos personajes de la vida pública, por ejemplo. Estos al informar sobre ello tienden a crear un Opinión Pública, genera un juicio previo en masa, completamente paralelo a la sentencia que un futuro dictará el juez.
Muñoz-Alonso cita en su libro Política y comunicación. El impacto de los medios en la vida política, que el secreto sumarial tiene como fin evitar los denominados juicios paralelos, ya que los medios determinan inocencias y culpabilidades a su antojo. Así, llevan a las audiencias a que generen unas convicciones sobre los hechos sometidos a juicios que podrían ser acertadas o no.
A mi juicio no siempre se pone el empeño necesario por mantener el secreto de sumario. Y, a pesar de estudiar periodismo, considero que en ciertos casos es fundamental, puesto que los medios no filtran del modo adecuado las informaciones que son relevantes de las que son puro sensacionalismo. Es más, en los casos en los que la sentencia va a ser dictada por un jurado popular el esfuerzo por mantener el secreto del sumario debería multiplicarse.
Al escribir esto no puedo evitar pensar, por ejemplo, en lo acontecido en torno al caso de
José Bretón. Lejos de si este hombre es culpable o no, aunque todas las pruebas apunten a ello, los medios habían emitido un juicio previo a la sentencia, incluso durante el proceso de investigación. Los medios no transmitieron la información que se podría calificar como fundamental para que las audiencias generen una opinión consciente y no contaminada, sino que se creó un circo mediático en torno a lo amarillista, lo morboso, lo que simplemente aumentaba el share de ciertos programas matinales y de la sobremesa de la tarde.
Parte de estas audiencias contaminadas formaron parte de un jurado popular que dictó sentencia, y no digo que errada, pero sí sin la objetividad que un proceso judicial como este requiere. Además, el secreto de sumario se levantó mucho antes de lo necesario. Este hecho se produjo el 10 de febrero de 2012, y hasta el verano del 2013 no dio comienzo la fase del juicio oral. Si a este periodo de tiempo le añadimos los meses previos y posteriores, podemos deducir que la contaminación mediática del jurado, y también de los jueces, era total.
Con todo ello, reitero lo dicho, no quiero decir que la sentencia hubiese sido distinta a la dictada de haberse mantenido un secreto de principio a fin del proceso. Sin embargo, habría que crear algún elemento judicial para que no conozcan datos del suceso hasta que se dicte sentencia. Sin embargo, a mi parecer hubiese sido una sentencia más legítima, más limpia.
Diría que se ha producido lo contrario a lo que según Desantes Guanter debería suceder tal y como cita en su libro La función informa. En este y otros muchos casos los medios han sustituido, “con su juicio, el juicio del juez”. Y han formado por tanto una opinión pública.
Con todo y con ello, mi propuesta de mantener todo el proceso bajo secreto podría ser drástica y llegar a tener consecuencias peores. Es decir, no tener información podría hacer que los medios hiciesen noticias con bulos y especulaciones, con lo que la desinformación de las audiencias sería aún mayor. Incluso de ser luego juzgado por un jurado popular la sentencia podría estar igualmente contaminada.
Por ello, los medios de comunicación debería aprender a discernir entre lo que se considera información necesaria y morbosa, para que los espectadores y lectores puedan generar sus propios juicios con conciencia, sin haber declarado a nadie culpable antes que lo haya hecho un juez. Ojalá los medios siguiesen este consejo, ya que el caso de Bretón no es el único ejemplo que tenemos en nuestro país, de hecho a día de hoy vemos como se repite la historia por ejemplo con el asesinato de Asunta o los múltiples casos de corrupción.
Desgraciadamente a nuestros medios de comunicación les gusta bastante hacer periodismo sensacionalista sobre procesos judiciales truculentos para luego venderlos como ejemplo del respeto al derecho a la libertad de información o como ejemplo del bueno hacer periodístico, cosas que dudo. Hace falta poner en marcha mecanismo que garanticen la información libre pero objetiva en este tipo de casos.
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